Ha pasado ya un tiempo desde que volví. Un viaje al que, tal vez, aprecio mejor con cierta distancia, temporal y espacial, desde la posición privilegiada que proporciona la experiencia reposada. Cuando, aún convaleciente de una nostalgia nómada, te das cuenta que las manecillas de los relojes occidentales dan vueltas sin cesar, acortando la duración real de unas horas que allí, no se sabe bien por qué, eran elásticas.
Sentada en la butaca de mi memoria, rememoro con un deje melancólico el enriquecedor archivo de experiencias acumuladas. Afronto, ahora, la difícil tarea de síntesis que comporta narrar un viaje de semejantes proporciones en la estrechez, en la falta de holgura de apenas una hora. Un embudo, un inevitable proceso de condensación, un epítome que resuma, o al menos intente, el contenido de una obra extensa: un viaje por el Sudeste Asiático, atravesando cinco países, cinco culturas: Tailandia, Laos, Vietnam, Camboya y Malasia, para enriquecimiento de estas páginas.
Foto: Google |
Situados en la cúspide del viaje realizado, obtenemos la gratificante recompensa que imprime la facultad de intercambiar experiencias. La capacidad, sobre todo, de hacer de las experiencias un dominio compartible, desde la construcción de una voz enunciativa a la que tratamos de acicalar con altas cuotas de autenticidad. Con el objetivo, en definitiva, de entretener, de conmover y sobre todo, de horadar el alma del público viajero.
2 comentarios:
Que maravillosa vida dan a los relatos de un viaje los malabaristas de las parabras....ET...
¡Gracias Tetev! :D
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