28 dic 2011

Una cultura a sorbos

Al arrimo de una buena taza de té. Así parece haberse escrito la historia de Vietnam, o al menos unas líneas.Y es que si de algo se impregnan los sentidos del viajero a su paso por la orografía vietnamita es la cantidad de establecimientos, unos más improvisados que otros, que ofrecen el trá. Un consumo que le confiere al té el carácter de bebida nacional. 

Por la mañana, tarde o noche, cualquier momento resulta idóneo para disfrutar a cada sorbo de este brebaje que seduce a todos por igual y cuenta con una historia milenaria que hunde sus raíces en la influencia china, fuertemente arraigada en el Sudeste Asiático. Un ritual que eleva a cotas significativas su importancia a nivel cultural. No en vano, Vietnam se presenta como uno de los países productores más antiguos de té. De norte a sur, incontables plantaciones de té se suceden en una variedad que se extiende generosa y sorprende al paladar de quien quiera. 

 Foto: Danuta-Assia Othman

 Foto: Danuta-Assia Othman

Dispuesta a sumergirme entre sus muchos beneficios recorro las calles de Hanoi en busca de esta preciada bebida popular. No hace falta dar grandes pasos para dar con ella. Cada taller, oficina, comercio e incluso esquina tiene lo necesario para complacerse. Un protagonismo que se exhibe discreto a juzgar por su presentación. Sentados en diminutos taburetes entorno a una mesa de similares dimensiones, los vietnamitas ingieren el trá ya sea frío o caliente pero casi siempre sin azúcar. Té negro, té blanco, té verde o el singular té de loto cuyo aroma no dejará indiferente gracias a un sabor singular y distintivo a los demás.

Fruto de una conversación entre lugareños surge el nombre de un lugar conocido por su alta calidad y su especialidad en té vietnamita. Mientras un nutrido grupo de teashops asoman aquí y allá entre las calles de la capital, solo algunas pueden presumir de ofrecer una genuina experiencia.  Pero como todo lo bueno, conviene indagar hasta lograr su hallazgo. Una tarea que requiere paciencia pero que promete a cambio una degustación memorable. Situada en un callejón de un barrio del extrarradio, se encuentra 'Lu Tra Quan' (206B6 Thanh Xuan Bac, Thanh Xuan). Con un horario que invita al madrugón o a la nocturnidad (abren de 8.30 a.m. a 11 a.m. y de 8 p.m. a 11 p.m.), este establecimiento cuenta con una trayectoria que supera las dos décadas. Un tiempo considerable cuya clientela se mantiene fiel gracias en parte a una carta que varía cada día.

 Foto: Danuta-Assia Othman

 Foto: Danuta-Assia Othman

A unas horas para que se acabe el día, consigo llegar tras algún autobús que otro acompañada por cierta desorientación. Un tiempo invertido que sin duda merece la pena. La noche ha comenzado y apenas queda un hueco. Asiduos de todas las edades acuden hasta este desapercibido rincón para compartir una deliciosa taza de té. La sorpresa viene dada por una cuidada selección amén de unos dulces que contrarrestan el amargor propio de este elixir. El ritual se completa con unas conversaciones que giran entorno a la poesía salpicada por algunos temas de actualidad. El ambiente rezuma la tranquilidad y el sosiego propios de una atmósfera en calma. Una luz ténue aporta la calidez inherente de un lugar que sabe a tradición e historia, incólume ante el paso del tiempo. La singularidad de este escondrijo convierte en obligada su visita.

Si consideramos un destino resultado de los recuerdos construidos por nuestros sentidos, esta valiosa y respetada infusión ocupa sin duda un primer plano en nuestra memoria. El ritual se repite adonde quiera que vayamos en nuestro periplo, seña de identidad del pueblo vietnamita. Sucumbir a sus encantos supone adentrarse en una ceremonia compleja que nos permitirá apreciar la personalidad de una cultura que se muestra rica y variada. Una pieza imprescindible del puzzle de Vietnam.

 
 


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25 dic 2011

Galería Vietnam

Tras un viaje por la geografía vietnamita, una selección de las mejores imágenes captadas por la cámara de Viajes en Caleidoscopio.

Fotos: Danuta-Assia Othman

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22 dic 2011

Hoi An, un destino light

Suave, sencillo y sin sobresaltos. De recorrido simple donde la comodidad se da la mano con la sencillez y la tranquilidad. Así se presenta Hoi An, una pequeña ciudad situada en la costa del mar de la China Meridional. Una agradable mezcla de unos días que recuerdan al ayer y emergen envueltos por el encanto de una restauración que se esfuerza por conservar un rico legado arquitectónico. Culturas como la china, la japonesa y la europea todavía permanecen en unos edificios que parecen resistirse a los tiempos modernos. 

Destino apacible por antonomasia, pasar unos días entre sus soñolientas calles empedradas reconforta y evade a partes iguales. Sus días transcurren entre placenteros paseos por callejones donde perderse y zambullirse en otro tiempo con un horizonte que descansa a orillas del río Thu Bon, a tan solo unos kilómetros de distancia de la costa. Resulta fácil imaginarse cómo era la vida en esta localidad ribereña, cuando destacaba como próspero puerto comercial en el s.XVI, amén de un importante centro de intercambio cultural entre Oriente y Occidente. El pasado nunca fue tan rentable en este encantador lugar cuyo casco antiguo atrae todas las miradas bajo una cadena de tiendas de souvenirs con aspecto de museos.

 Foto: Danuta-Assia Othman

 Foto: Danuta-Assia Othman

Templos, pagodas, comercios, casas comunales y viviendas conviven al compás del tiempo en una coctelera que mantiene intacto el sabor añejo. Una degustación a menudo servida en una especie de parque temático que ostenta la distinción de Patrimonio de la Humanidad reconocido por la UNESCO. Y es que la que fuera conocida como Faifo con la llegada de portugueses y españoles, se ha convertido en un concurrido destino turístico. Los locales parecen decididos a sacarle partido en una estrategia de propios y extraños haciendo de Hoi An una versión vietnamita de la laureada Luang Prabang. Una propuesta de lo más atractiva y sugerente para el viajero de bolsillo holgado.

Para aquellos que disfruten en el plano visual encontrarán en sus edificios una valiosa diversidad arquitectónica con un estilo refinado. Desde el fotogénico Lai Vien Kieu o Puente Cubierto Japonés con más de cuatro siglos a sus espaldas hasta el templo Chua Quan Cong en representación de la historia china. Por su parte, los edificios civiles también gozan de cierto protagonismo, en particular la Casa Tan Ky. La estructura se repite bajo una construcción de doble altura con una fachada que se alarga y comunica con dos calles a través de un patio interior ajardinado. Las diferencias se encuentran en la decoración y el arte escultórico que colman las estancias de exóticos muebles antiguos.


Foto: Danuta-Assia Othman

Por si no fuera suficiente, la oferta de Hoi An amplia su escaparate bajo el gremio de los sastres. Puerta a puerta se suceden incontables tiendas donde abandonarse al capricho de un traje o lo que sea. La rapidez (en menos de 24 horas) y unos precios competitivos encandilan al turista ávido de gangas. Quienes decidan ir por libre, este simpático lugar tiene reservado unas panorámicas en forma de playas semidesiertas donde observar por unos instantes la vida de los pescadores locales. Imprescindible si se quiere tomar el pulso del día a día. Sea como fuere, la ligereza de este cautivador rincón donde el deleite se convierte en condición sine qua non atrapará a más de uno.

Foto: Danuta-Assia Othman 

 Foto: Danuta-Assia Othman


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19 dic 2011

Una travesía de postal

Imprevistos que merecen la pena y le recuerdan a uno la importancia de dejarse llevar por las recomendaciones de otros viajeros. Un encuentro con otras dos nómadas de inquietudes similares bastaría para embarcarse en una aventura que tendría su merecida recompensa en forma de un paisaje de belleza inigualable: Tam Coc. Como todo viaje inesperado, el listón de las expectativas pasa a segundo plano. Una situación favorable que potencia el efecto sorpresa donde el recuerdo se torna memorable y su huella, imborrable.


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16 dic 2011

Una ciudad pasada por agua

Rostros desdibujados por la lluvia caminan cabizbajos resguardados tras unos sombreros cónicos. Mientras, un cielo encapotado imprime la atmósfera de un gris perpetuo. Una bucólica estampa acompañada por unas calles semidesiertas que despiertan un encanto que sabe a nostalgia y a melancolía. Las voces de la ciudad acallan a la espera de poder continuar con sus quehaceres. Así es como llegué a la antigua ciudad imperial de los reyes Nguyen, Hue, una lluviosa y fría mañana.


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13 dic 2011

Una bahía congestionada

Érase una vez una bahía esculpida por impresionantes formaciones rocosas, antaño escenario de gloriosas victorias y un puerto comerciante de corte internacional que presume de ser el primero y más antiguo de Vietnam. Hogar de varias comunidades de pescadores, la Bahía de Halong hospeda a más de 1.500 personas en un habitat cuyo ecosistema alberga una flora y una fauna endémicas. Una ambiciosa obra escultórica de la naturaleza rodeada por unas aguas protagonistas de leyendas e historias que permanecen ajenas al paso del tiempo.

Su magnificiencia le ha otorgado el título de Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, una distinción que mantiene desde hace casi dos décadas. Dos décadas cuyo rendimiento ha forzado la máquina hasta decir basta. Bajo el paraguas de una biodiversidad singular amén de su valor histórico, centenares de agencias turísticas se frotan las manos en un negocio que, lejos de proporcionar el disfrute garantizado, olvida la atención que requieren este tipo de maravillas naturales. Y es que, desde entonces, el número de turistas se ha multiplicado convirtiendo en mero espectáculo este impresionante paraje natural. Basta darse una vuelta por la vecina capital vietnamita para darse cuenta hasta dónde llega la oferta. Opciones para todos los gustos con un resultado, sin embargo, similar. 

Cada día sin excepción, decenas de embarcaciones transportan a los turistas hasta las cuevas o playas de la bahía. Un trayecto cuyo goce se ve interrumpido a menudo por la cantidad desmesurada de navíos a pesar de los más de 1.500 islotes en una extensión que supera los 4.000 kilómetros cuadrados. La preservación y sostenibilidad son dos conceptos que, al parecer, todavía no han calado en la conciencia del bolsillo vietnamita. Las autoridades han construído numerosos muelles y hasta un casino-hotel frente a una de las islas. Por su parte, el combustible y el aceite de los barcos ponen en entredicho la buena praxis de la industria del viaje.

 Foto: Danuta-Assia Othman

 Foto: Danuta-Assia Othman

Resulta complicado no verse tentado a caer en las redes del tour organizado donde, aparentemente, solo debes preocuparte en disfrutar de este decorado excepcional. Por contra, la letra pequeña aparece diluida bajo sonrisas donde el reclamo poco o nada tiene que hacer. La expectación, para algunos, conviene dejarla en la habitación del hotel para evitar el sinsabor de la aventura prometida. Descubrir el esplendor de la Bahía de Halong dependerá del listón que cada uno lleve en la mochila a expensas de la cartera. En cualquier caso, resulta innegable la fascinación que despierta la belleza de este lugar sacado de un mundo legendario. 

La leyenda recurre a un dragón celestial que esculpió trozos de jade para frenar la invasión china proveniente del mar. Un mito que, de ser cierto, parece repetirse en un contexto donde solo varía la procedencia de los cruceros. La fama tiene un precio, un coste quizás excesivo que conlleva un potencial riesgo para el buen mantenimiento de este prodigio fuera de lo común.

 Foto: Danuta-Assia Othman
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10 dic 2011

Hanoi, una cita con la historia

En un barrio cuya historia milenaria convive con las prisas de los conductores y sus ensordecedoras bocinas, el espíritu del Vietnam histórico permanece bajo una interesante enredadera de calles, callejuelas y mercados del bullicioso casco antiguo colonial. Imágenes, sonidos y olores se superponen a cada paso y nos trasladan cientos de años atrás donde 36 gremios de artesanos dieron vida al corazón comercial de Hanoi.

Un hervidero constante, Patrimonio de la Humanidad, que exhibe un comercio incesante sin parangón. Una de las zonas más concurridas y singulares de la capital vietnamita. Una pieza de museo sometida, sin embargo, al vertiginoso ritmo asiático. En este camino sin retorno, sorprende la historia de un hombre dispuesto a ser la excepción y a continuar con el legado de un oficio que lleva a sus espaldas varias generaciones manteniendo a flote una tradición en vías de extinción.
 
Se llama Nguyen Thuong Hung, tiene 52 años y desde hace más de dos décadas regenta el que parece ser el último taller de herreros de la emblemática calle Lo Ren, más conocida como 'Blacksmith Street'. Discreto y de escasos metros cuadrados, el local está situado en una esquina a caballo entre dos mundos condenados a entenderse: los restos del ayer frente a una imagen contemporánea de restaurantes, cafés y hoteles que satisfacen una demanda turística en aumento. En medio de estos dos polos opuestos se sitúa Nguyen como último sucesor de un negocio familiar que ha perdurado durante tres generaciones. Y es que los nombres de las calles del casco antiguo de Hanoi apenas representan al producto que allí se vendían. Calles como la de la seda, el algodón, el papel o las hierbas medicinales luchan por sobrevivir en un espacio donde el souvenir parecer ser el único reclamo. 

 Foto: Danuta-Assia Othman

Con el gesto propio de un hombre anclado en el pasado, Nguyen trabaja con ahínco entre el yunque y el torno. Unas manos robustas ennegrecidas por el hollín sostienen cada pieza con la sabiduría de quien toma por artesanía un oficio que exige duras condiciones físicas. Nguyen permanece fiel a su propósito de rescatar este tipo de herrería vinculada al arte. Y es que el único dispositivo eléctrico de este menudo estudio es un ventilador de 1954 protagonista de un espectáculo pirotécnico que emerge de las brasas cada vez que dirige su dial. 

 Foto: Danuta-Assia Othman

La dureza de la materia prima se transforma ante el calentamiento incandescente del carbón que con conocimiento aplica este hombre de estatura menuda y fuerza perfeccionada. El esfuerzo de Nguyen representa a un recuerdo de un modo de vida y sistema de producción donde tenía cabida el trabajo bien hecho. Unos pasos en la forja dados desde la vocación con la que sostiene esta profesión. Defensor a ultranza de la capacidad de crear, Nguyen mantiene una clientela fiel que reclama sin pausa su labor.

Con la gracia y maestría de un hombre curtido, Nguyen desafía a los nuevos tiempos mientras, martillo en mano, moldea su siguiente obra. Una escasa iluminación inunda el ambiente interrumpido por el resplandor anaranjado del metal. El óxido reposa en cada rincón ofreciendo una imagen trabajada cargada de memoria y testigo de lo pretérito. Rejas, herraduras, utensilios de cocina y hasta alguna espada para una obra de teatro conforman el trabajo de una tarea consabida dando lugar a un patrimonio etnológico que conviene preservar.
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7 dic 2011

A orillas del río Nam Ou

A orillas del río Nam Ou, así comienza una travesía por uno de los afluentes más atractivos del Mekong. Abriéndose paso entre un paraje idílico, el curso del río atraviesa un escenario formado por montañas escarpadas que se elevan imponentes a un lado y a otro. Coloridas barcazas de popa larga navegan las tranquilas aguas del Nam Ou, desvelando a su paso una panorámica digna de postal salpicada por pintorescos poblados de las etnias Lao y Khmu. Este es el relato de un viaje hacia el norte de Laos, una región próxima al área de Phongsali y accesible únicamente por transporte fluvial.

Este preciado rincón permanece oculto por una espesa bruma hasta bien entrada la mañana. La serenidad se adueña de una atmósfera que abraza a todo aquel que quiera disfrutarla. Resulta inevitable no contagiarse, el impresionante decorado que nos rodea lo merece. Una naturaleza insumisa es la encargada de poner la nota cromática a este espectáculo visual sin parangón. Pero no termina ahí pues el maravilloso paisaje que lo circunda se ve completado por el carácter afable de las gentes que lo habitan. Los poblados de Ban Han, Ban Huai Bò y Ban Huai Sèn comprenden una tímida nota humana y reciben al viajero tras una caminata por senderos trufados de extensos arrozales formando una imagen imborrable. Rutas y caminos que nos acercan a la realidad multiétnica que puebla la geografía de Laos.  Cada una de ellas con su propia cultura, idioma, hábitat y sistema de creencias. Todo un ejercicio de asombro y humildad.

 Foto: Danuta-Assia Othman

Foto: Danuta-Assia Othman

El simple hecho de observar la cotidianidad de los lugareños merece la pena llegar hasta aquí. Pertenecientes al grupo étnico Mon-Khmer, los Khmu viven en valles de una altitud media en un territorio que abarca principalmente desde el extremo norte hasta al centro del país. Las aldeas, instaladas en las proximidades de algún riachuelo, apenas superan la veintena de viviendas, propias de las construcciones típicas de la arquitectura lao elevadas sobre palafitos de madera, con paredes de bambú y tejados de paja dispuestas sin una orientación específica. Entre ellas, todo tipo de animales acampan a sus anchas: patos, cerdos, gallinas, gallos y hasta algún mono rompen el silencio con una serenata que no entiende de horarios despertando a más de uno en mitad del sueño.


Foto: Danuta-Assia Othman

Los niños corretean mientras los más mayores se reparten las tareas donde la recolecta del arroz acapara todas las atenciones, seña de identidad de la vida diaria de una población principalmente agrícola. Un ritual que entretiene en un largo proceso desde la siembra y la recolecta en tierras altas a su posterior tratado ya en el poblado. Una adecuada selección manual del grano y su secado al aire libre ocupan la mayor parte del tiempo. Con la curiosidad repartida en ambos campos y a falta de un lenguaje común, el intercambio de sonrisas protagonizan la comunicación entre el viajero y el local. Unos rostros tostados entre gestos de asombro y reconocimiento donde el entendimiento resulta sencillo.

 Foto: Danuta-Assia Othman

 Foto: Danuta-Assia Othman

 Foto: Danuta-Assia Othman

El día avanza sin que nos demos cuenta. Los fogones sustituyen los quehaceres diarios para completar la jornada acompañados de varios platos con los que recuperar la energía. "Kin nam kan" ("comamos juntos"), señala uno de ellos. Una invitación que acepto de buen agrado.  Alargados filamentos de papaya verde, pescado fermentado (pa-dèk) y cangrejos de tierra confitados invaden el olfato y no lo sueltan hasta probar bocado. Aromáticas hierbas y especias condimentan con gran ingenio un repertorio rematado por el arroz glutinoso (khao niao), base fundamental de la cocina laosiana. "Sèp bò?" ("¿Está bueno?"), preguntan. "Sèp lai" ("Muy bueno"), respondo agradecida por el interés demostrado. La picaresca viene servida por la bebida nacional que entona a más de uno: el lao-lao, un aguardiente hecho a partir de arroz fermentado. 

Cae la noche en esta remota aldea cuyo aislamiento permite conservar intacto su encanto. Un atractivo servido en pequeñas dosis para beneficio de quien quiera disfrutarlo. Semejantes ingredientes garantizan gratas sensaciones al viajero que difícilmente olvidará. Una cita ineludible, así se presenta el norte de Laos: espléndido.

 Foto: Danuta-Assia Othman









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4 dic 2011

Una capital poco convencional

Bienvenidos a una metrópolis donde la población apenas llega el medio millón de habitantes, el tráfico fluye y los edificios altos escasean. Así es Vientiane, una capital donde practicar el arte de la calma. Reconstruida por los franceses a principios de s.XX tras el saqueo de los siameses, la ciudad acarrea una historia de sucesivas dominaciones extranjeras.

Ubicada en una llanura del río Mekong próxima a la frontera tailandesa, 'la Ciudad del Sándalo' descansa entre avenidas flanqueadas por árboles que discurren plácidamente. Templos, pagodas y una arquitectura colonial donde rastrear las huellas de tiempos ya idos entre mercados variopintos en los que perderse y observar la singularidad local.

 Foto: Danuta-Assia Othman
 
Un examen visual del estilo de vida urbano permite descubrir el encanto rural de esta ciudad conocida como la capital menos poblada del Sudeste Asiático. Alejada del modelo imparable de 24h que parece imperar en las vecinas metrópolis asiáticas, Vientiane se presenta como un lugar donde pasar un tiempo al arrimo del reposo. Espontáneos puestos de comida se alternan con las cafeterías de otros rincones en un variado repertorio que incluye opciones tan exóticas como una panadería escandinava. Atrás queda su imagen como nido de espías que Paul Theroux describía en 'El gran bazar del ferrocarril': "Ciudad excepcional y poco conveniente, donde los burdeles son más limpios que los hoteles, la marihuana más barata que el tabaco de liar y es más fácil encontrar una pipa de opio que una jarra fría de cerveza."

Tres calles transcurren en paralelo al Mekong concentrando la mayor parte de la actividad comercial. La mejor porción la encontramos en las terrazas que bordean el paseo en las que disfrutar de uno de los momentos más atractivos del día con la llegada del ocaso. Un prólogo que pone la nota cromática para dar paso a un despliegue de lugareños de todas las edades que acuden hasta aquí para practicar algo de ejercicio. Un magnífico marco para perderse entre las escenas cotidianas, fragmentos que nos permiten captar la esencia de Vientiane.

 Foto: Danuta-Assia Othman


Foto: Danuta-Assia Othman

Son muchos los viajeros que, a falta de un reclamo evidente, acostumbran a pasar de puntillas por la capital de Laos. Para aquellos exploradores urbanos que decidan darle una oportunidad, Vientiane les recompensará con buenas dosis de un genuino sabor asiático. Y es que Vientiane puede presumir de un sentido de atemporalidad amén de la memoria escrita que otros dejaron a su paso antes incluso a que fuera destruida por los siameses en 1828. Un rastro que se mantiene perenne.Toda una delicia que a día de hoy conserva intacto su magnetismo para quienes se atrevan a probar suerte. 
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1 dic 2011

Galería Laos

Cámara en mano, el viaje prosigue hasta Laos, país sin parangón del Sudeste Asiático.

Fotos: Danuta-Assia Othman























































































































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