Repleto de aromas del ayer, las notas intensas dibujan un camino que comienza despertando nuestro interés con una arquitectura barroca y abigarrada, prueba del poder económico que llegaron a atesorar los comerciantes de la China meridional que se instalaron en importantes enclaves comerciales como Singapur, Malaca y Penang. Unas obras hoy convertidas en museos o encantadores alojamientos, donde conversar con los hospitalarios propietarios y descubrir así los detalles de esta singular etnia. Pues, a pesar de que mantienen su religión original, comparten las costumbres, el idioma y la vestimenta propiamente malayas.
Foto: Museo Peranakan de Penang. |
'Chinos en espíritu y malayos en forma', me comenta el propietario de un establecimiento situado en la concurrida calle Chulia de Georgetown, mientras me sirve un delicioso cendol (un refrescante postre hecho a base de hielo picado, leche de coco, habas rojas, gelatina en tiras y azúcar de palmera). Así se definen los peranakan. Una variedad y multiplicidad de formas asaltan la percepción del viajero fruto de este crisol étnico y religioso. Profundizar a través de la delicadeza de esta sofisticada comida garantiza la puerta de entrada a un mundo de sabores y texturas sorprendentes.