29 oct 2011

Un despertar súbito

Demasiado pronto para ser cierto. Un ruido estrepitoso y de gran intensidad penetra las ventanas del dormitorio de forma arrolladora, sin pedir permiso. Me cuesta entender qué sucede. Miro hacia un lado y otro. Mis oídos continúan desbordados. Repito, es demasiado pronto. Sin apenas darle tiempo a los gorjeos propios del amanecer, la festividad del Deepavali da los buenos días a las decenas de fieles que acuden a los templos para celebrar este acontecimiento de corte nacional y religioso a partes iguales. Conocido como el festival de las luces, existen muchas leyendas asociadas. La más extendida y seguida por el hinduismo, supone la victoria del bien sobre el mal. La iluminación de la oscuridad espiritual. Es por ello que muchos negocios abren un nuevo libro de cuentas, símbolo del comienzo de un nuevo año financiero.
 
Así que, con lo puesto y entre bostezos, decido salir al encuentro del ajetreo que tan vehemente ha interrumpido mi sueño. El asombro que produce el exótico despliegue colorista de las ropas nos transporta a sus orígenes: la India. Nada parece indicarnos que nos encontramos en un enclave diferente: Melaka, ciudad histórica por excelencia de Malasia. Hay lugares en los que queda atrapada la esencia del pasado, ese aire añejo de las cosas que algún día fueron algo. Melaka es uno de ellos. Desde el s.XV, multitud de culturas han dejado su huella en el que fuera uno de los enclaves comerciales más importantes en la ruta de navegación gracias a su posición geográfica. Un sabor colonial que desprende nostalgia de unos tiempos ya lejanos. Portugueses, holandeses y británicos brindaron una arquitectura que todavía hoy permanece repartida entre sus plácidas y soñolientas calles. 

La procesión gana adeptos a medida que avanza la calle guiados por el sonido desmedido de los tambores e instrumentos de viento que claman a los dioses desde las entrañas del templo hindú.  De nombre 'Sri Poyyatha Vinayagar Moorthi', arremolina a una nutrida comunidad india. No en vano, se trata del templo hindú más antiguo del país. Conviene saber que tras el pueblo malayo y chino, los indios constituyen el tercer grupo étnico más importante de Malasia. Una particularidad social que se deja entrever especialmente en localidades como George Town, en la isla de Pulau Penang o en la peninsular Melaka. 

A pesar del madrugón, el festival de las luces se presenta al viajero como una oportunidad para apreciar con mayor intensidad la personalidad multicultural de este lugar. La celebración estrecha a sus devotos entregados a ella. Los rezos acontecen en cada una de las siete deidades que acoge el templo, entre ofrendas que saben a coco, plátano y azafrán. El olor a incienso recorre cada una de las instancias creando una atmósfera cargada de misticismo difícilmente de sobrellevar en ayuno. El silencio de sus creyentes solo se ve interrumpido por los cantos entonados a modo de mantra. La riqueza y policromía de las telas embellecen una estampa grácilmente acompañada por los atuendos que visten los más pequeños que revolotean ajenos a lo que les rodea. Los destellos de los primeros rayos de luz se asoman acentuando una paleta de intensos colores capaces de exaltar el ánimo. 

El ritual se repite con la llegada de nuevos fieles. La ceremonia concluye sentados en el suelo entorno a un plato compuesto de arroz. Amablemente, insisten a que comparta con ellos este bocado especiado. Y con una sonrisa me estrechan la mano: '¡Happy Deepawali!'.



Foto: Danuta-Assia Othman











2 comentarios:

Anónimo dijo...

HAPPY DIWALI

Danuta-Assia Othman dijo...

:D Gracias!!

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