En un barrio cuya historia milenaria convive con las prisas de los conductores y sus ensordecedoras bocinas, el espíritu del Vietnam histórico permanece bajo una interesante enredadera de calles, callejuelas y mercados del bullicioso casco antiguo colonial. Imágenes, sonidos y olores se superponen a cada paso y nos trasladan cientos de años atrás donde 36 gremios de artesanos dieron vida al corazón comercial de Hanoi.
Un hervidero constante, Patrimonio de la Humanidad, que exhibe un comercio incesante sin parangón. Una de las zonas más concurridas y singulares de la capital vietnamita. Una pieza de museo sometida, sin embargo, al vertiginoso ritmo asiático. En este camino sin retorno, sorprende la historia de un hombre dispuesto a ser la excepción y a continuar con el legado de un oficio que lleva a sus espaldas varias generaciones manteniendo a flote una tradición en vías de extinción.
Se llama Nguyen Thuong Hung, tiene 52 años y desde hace más de dos décadas regenta el que parece ser el último taller de herreros de la emblemática calle Lo Ren, más conocida como 'Blacksmith Street'. Discreto y de escasos metros cuadrados, el local está situado en una esquina a caballo entre dos mundos condenados a entenderse: los restos del ayer frente a una imagen contemporánea de restaurantes, cafés y hoteles que satisfacen una demanda turística en aumento. En medio de estos dos polos opuestos se sitúa Nguyen como último sucesor de un negocio familiar que ha perdurado durante tres generaciones. Y es que los nombres de las calles del casco antiguo de Hanoi apenas representan al producto que allí se vendían. Calles como la de la seda, el algodón, el papel o las hierbas medicinales luchan por sobrevivir en un espacio donde el souvenir parecer ser el único reclamo.
Foto: Danuta-Assia Othman
Foto: Danuta-Assia Othman
Con el gesto propio de un hombre anclado en el pasado, Nguyen trabaja con ahínco entre el yunque y el torno. Unas manos robustas ennegrecidas por el hollín sostienen cada pieza con la sabiduría de quien toma por artesanía un oficio que exige duras condiciones físicas. Nguyen permanece fiel a su propósito de rescatar este tipo de herrería vinculada al arte. Y es que el único dispositivo eléctrico de este menudo estudio es un ventilador de 1954 protagonista de un espectáculo pirotécnico que emerge de las brasas cada vez que dirige su dial.
Foto: Danuta-Assia Othman
Foto: Danuta-Assia Othman
La dureza de la materia prima se transforma ante el calentamiento incandescente del carbón que con conocimiento aplica este hombre de estatura menuda y fuerza perfeccionada. El esfuerzo de Nguyen representa a un recuerdo de un modo de vida y sistema de producción donde tenía cabida el trabajo bien hecho. Unos pasos en la forja dados desde la vocación con la que sostiene esta profesión. Defensor a ultranza de la capacidad de crear, Nguyen mantiene una clientela fiel que reclama sin pausa su labor.
Con la gracia y maestría de un hombre curtido, Nguyen desafía a los nuevos tiempos mientras, martillo en mano, moldea su siguiente obra. Una escasa iluminación inunda el ambiente interrumpido por el resplandor anaranjado del metal. El óxido reposa en cada rincón ofreciendo una imagen trabajada cargada de memoria y testigo de lo pretérito. Rejas, herraduras, utensilios de cocina y hasta alguna espada para una obra de teatro conforman el trabajo de una tarea consabida dando lugar a un patrimonio etnológico que conviene preservar.
4 comentarios:
Me ha gustado mucho tu relato sobre el último herrero de la "Blacksmith Street" de Hanoi! Muchas gracias por compartirlo!
Muchas gracias!! :)
hay que conservar los patrimonios etnologicos y valoraros.son los pilares de la sociedad...ET...
desde luego, es parte no solo de la historia sino del encanto de la ciudad...
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