Érase una vez una bahía esculpida por impresionantes formaciones rocosas, antaño escenario de gloriosas victorias y un puerto comerciante de corte internacional que presume de ser el primero y más antiguo de Vietnam. Hogar de varias comunidades de pescadores, la Bahía de Halong hospeda a más de 1.500 personas en un habitat cuyo ecosistema alberga una flora y una fauna endémicas. Una ambiciosa obra escultórica de la naturaleza rodeada por unas aguas protagonistas de leyendas e historias que permanecen ajenas al paso del tiempo.
Su magnificiencia le ha otorgado el título de Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, una distinción que mantiene desde hace casi dos décadas. Dos décadas cuyo rendimiento ha forzado la máquina hasta decir basta. Bajo el paraguas de una biodiversidad singular amén de su valor histórico, centenares de agencias turísticas se frotan las manos en un negocio que, lejos de proporcionar el disfrute garantizado, olvida la atención que requieren este tipo de maravillas naturales. Y es que, desde entonces, el número de turistas se ha multiplicado convirtiendo en mero espectáculo este impresionante paraje natural. Basta darse una vuelta por la vecina capital vietnamita para darse cuenta hasta dónde llega la oferta. Opciones para todos los gustos con un resultado, sin embargo, similar.
Cada día sin excepción, decenas de embarcaciones transportan a los turistas hasta las cuevas o playas de la bahía. Un trayecto cuyo goce se ve interrumpido a menudo por la cantidad desmesurada de navíos a pesar de los más de 1.500 islotes en una extensión que supera los 4.000 kilómetros cuadrados. La preservación y sostenibilidad son dos conceptos que, al parecer, todavía no han calado en la conciencia del bolsillo vietnamita. Las autoridades han construído numerosos muelles y hasta un casino-hotel frente a una de las islas. Por su parte, el combustible y el aceite de los barcos ponen en entredicho la buena praxis de la industria del viaje.
Foto: Danuta-Assia Othman
Foto: Danuta-Assia Othman
Cada día sin excepción, decenas de embarcaciones transportan a los turistas hasta las cuevas o playas de la bahía. Un trayecto cuyo goce se ve interrumpido a menudo por la cantidad desmesurada de navíos a pesar de los más de 1.500 islotes en una extensión que supera los 4.000 kilómetros cuadrados. La preservación y sostenibilidad son dos conceptos que, al parecer, todavía no han calado en la conciencia del bolsillo vietnamita. Las autoridades han construído numerosos muelles y hasta un casino-hotel frente a una de las islas. Por su parte, el combustible y el aceite de los barcos ponen en entredicho la buena praxis de la industria del viaje.
Foto: Danuta-Assia Othman
Foto: Danuta-Assia Othman
Resulta complicado no verse tentado a caer en las redes del tour organizado donde, aparentemente, solo debes preocuparte en disfrutar de este decorado excepcional. Por contra, la letra pequeña aparece diluida bajo sonrisas donde el reclamo poco o nada tiene que hacer. La expectación, para algunos, conviene dejarla en la habitación del hotel para evitar el sinsabor de la aventura prometida. Descubrir el esplendor de la Bahía de Halong dependerá del listón que cada uno lleve en la mochila a expensas de la cartera. En cualquier caso, resulta innegable la fascinación que despierta la belleza de este lugar sacado de un mundo legendario.
La leyenda recurre a un dragón celestial que esculpió trozos de jade para frenar la invasión china proveniente del mar. Un mito que, de ser cierto, parece repetirse en un contexto donde solo varía la procedencia de los cruceros. La fama tiene un precio, un coste quizás excesivo que conlleva un potencial riesgo para el buen mantenimiento de este prodigio fuera de lo común.
Foto: Danuta-Assia Othman
Foto: Danuta-Assia Othman
3 comentarios:
Exacto ;(
intiendo muy bien esta invasion turistica.la bellaza naturale del lugar obliga,..magnifico....ET..
es una lástima...
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