Es un momento difícil, de esos en los que te asalta la pregunta: '¿Qué estoy haciendo aquí?' Son más de las seis de la tarde y ya ha anochecido. No se ve nada en esta carretera secundaria del extremo sureste del país. Nos separan de Bangkok una distancia que supera las cuatro horas. Y cae agua por todas partes, alguien ha abierto el grifo y parece ser que no tiene intención de cerrarlo. Truenos aquí y allá ponen de su parte en semejante espectáculo agudizando la tensión entre nosotros. Entre tanto, rayos de proporciones considerables iluminan intermitentemente la noche apagada.
No podemos avanzar, la visibilidad se reduce a la nada. No sabemos siquiera si estamos en el carril correcto. No, hasta que las luces de un vehículo se acercan frente a nosotros. Damos un volantazo y nos detenemos de nuevo. El miedo hace mella en forma de silencio. '¿Qué hacemos?', es lo único que nos atrevemos a musitar. 'Nada', responde de nuevo el silencio. La cortina de agua golpea con fuerza, semejante furia. Le pregunto a Annie si esto es normal. 'No, para nada', responde. Hace décadas que el monzón no golpeaba con una sobrenatural intensidad en este lado del globo.
Decidimos continuar, muy poco a poco. El parabrisas se contonea arrojando cantidades ingentes de agua a un lado y a otro. Encogidos ante este fenómeno que escapa a la compresión de cualquiera, avanzamos no sin temor. No podemos hacer otra cosa. Hay que salir cuanto antes del foco de la tormenta. Annie me da la mano en un intento de tranquilizarnos y sobrellevar con entereza la que nos está cayendo encima. La gravedad lo requiere. Tras una sufrida espera, parece que hemos pasado lo peor.
Decidimos continuar, muy poco a poco. El parabrisas se contonea arrojando cantidades ingentes de agua a un lado y a otro. Encogidos ante este fenómeno que escapa a la compresión de cualquiera, avanzamos no sin temor. No podemos hacer otra cosa. Hay que salir cuanto antes del foco de la tormenta. Annie me da la mano en un intento de tranquilizarnos y sobrellevar con entereza la que nos está cayendo encima. La gravedad lo requiere. Tras una sufrida espera, parece que hemos pasado lo peor.
La aventura, entendida como una salida al encuentro de algo peligroso, nos escoge arriesgando nuestras perspectivas de retorno. Es una aventura que, aún a fortuna de contarla, supone un recuerdo angustioso. El saber de la transitoriedad deambula y reposa sobre nuestras cabezas. '¿Saldremos de esta?' Se trata de una situación libre de intenciones, amiga de lo ajeno, un imprevisto. Una experiencia que sin duda hace que el viaje lleve puestas las mayúsculas. Un viaje por el centro del país atravesando pueblos anegados por una lluvia que no da tregua. Algunos cientos se cuentan en las filas de sus víctimas, los damnificados superan lo inaceptable y lugares cuyas centenarias joyas arquitectónicas corren peligro. Tailandia se enfrenta algo incrédula al peor monzón que se recuerda en mucho tiempo. Demasiado y suficiente para que sus moradores teman a este fenómeno que tanto les tiene acostumbrados.
4 comentarios:
Ánimos aventurera! el viaje de la incertidumbre es el más arduo pero el que más reporta de vuelta.
Un gran abrazo!
Pero si eres tu el fenomeno mas sensacional e importante que nunca habrán vivido!!!
Muchas gracias!! Tienes toda la razón...la distancia se hará cargo de sus efectos inciertos! un abrazo!!
jajaja...gracias por lo de 'fenómeno', 'sensacional' e 'importante'...aunque yo prefiero quedarme en segundo plano! :)
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