A lo largo de los tiempos, toda clase de viajeros han avistado nuevas tierras atraídos por la idea del viaje. Un viaje acompañado siempre por la incertidumbre y no exento de riesgo. Los motivos varían en cada caso. A menudo, se tiende a pensar el viaje como sinónimo huidizo del desasosiego, un motor de impulso que consiga despertarnos de la monotonía para dejarse ir con los ojos abiertos al encuentro de lo otro que enriquezca lo propio.
Sin embargo, en el abanico de las razones encontramos un reducto de trotamundos que merecen especial atención. Esta es la historia de tres honorables viajeros que con gran entereza y valentía atravesaron las tierras de su país en busca de libertad. Unos inicios que comienzan desde la periferia en una travesía amenazada por el desconcierto del retorno.
Más que enriquecedor, el viaje se presenta aquí como puro exilio bajo un desamparo que endurece el camino. No sienta pie, no echa raíces. Conservan en su actitud el sentido de pertenencia a un lugar hastiado de tanta represión, Birmania.
Ashin Issariya, también conocido como King Zero es un monje birmano de 36 años. Pero no uno más. King Zero fue uno de los instigadores de la ‘Revolución Azafrán’ que tuvo lugar en el 2007 en Birmania.
Ha pasado tres años desde que King Zero llegara a Mae Sot (Tailandia) en octubre de 2008. Con gran precisión fruto de una memoria envidiable, nos cuenta los hechos de una vida entregada al activismo político y educativo. Atrás queda un largo camino recorrido de forma clandestina a través de las casi 16 librerías y centros educativos que abrió por todo el país. Algunas de ellas todavía permanecen abiertas. Muchos fueron los obstáculos que dificultaron su labor combativa. Un hecho que por contra no le ha restado un ápice de voluntad y tesón. “Cada uno tiene el deber y la responsabilidad de cambiar el sistema”, remarca con contundencia. Su vida como exiliado en Tailandia transcurre entre la docencia y la continuidad de su ardua tarea al frente de la política furtiva. Día a día, se ocupa de impartir conocimientos de informática, inglés, entre otros, a los alumnos que comparten un mismo pasado y que reciben cobijo y la posibilidad de una vida mejor fuera de Birmania.
Foto: Burma Voices
Se llama Htiz Zaw, tiene 58 años y desde abril de 2009 reside en Tailandia. Este viajero forzado dedica su tiempo al ejercicio de la medicina general y a la psiquiatría en particular. Sus pasos retroceden hasta el día que, bajo una falsa acusación, fue arrestado por segunda vez ante una pena de 21 años de la que 5 largos años y 4 días más tarde se libraría. Un fatal desenlace que comenzó dos días después de regresar de Estados Unidos donde había finalizado sus estudios universitarios. Despojado de cualquier voluntad, el doctor Htiz Zaw pasó sus días como preso político al cuidado del hospital de la cárcel de Mandalay.
Se llama Htiz Zaw, tiene 58 años y desde abril de 2009 reside en Tailandia. Este viajero forzado dedica su tiempo al ejercicio de la medicina general y a la psiquiatría en particular. Sus pasos retroceden hasta el día que, bajo una falsa acusación, fue arrestado por segunda vez ante una pena de 21 años de la que 5 largos años y 4 días más tarde se libraría. Un fatal desenlace que comenzó dos días después de regresar de Estados Unidos donde había finalizado sus estudios universitarios. Despojado de cualquier voluntad, el doctor Htiz Zaw pasó sus días como preso político al cuidado del hospital de la cárcel de Mandalay.
Sorprende la maestría de una vida perseguida sin razón. A día de hoy, divide su ocupación entre la clínica que regenta y el servicio altruista que cada fin de semana sin excepción proporciona a las comunidades rurales sin recursos donde viven centenares de inmigrantes birmanos.
Foto: Danuta-Assia Othman Conocido como ‘Headmaster’, este profesor de 32 años puso fin a su periplo en el 2006. Un arresto fue más que suficiente para dar carpetazo al asunto. Cansado de ser perseguido como disidente, se aventuró hacia tierras extrañas dejando atrás a una familia que todavía hoy aguarda su regreso. En este itinerario retrospectivo, los recuerdos permanecen indemnes ante el paso del tiempo. Unos recuerdos que todavía hoy duelen en sentido literal y figurado como secuela de las palizas que le propinaron en aquellos días.
“El balance tras estos últimos años es positivo”, afirma sonriente. El viaje hacia el exilio le ha proporcionado una nueva vida al frente de la escuela ‘Km 42’ donde enseña a más de 400 alumnos birmanos asegurándose que no caigan en las redes de la mano de obra barata. "El acceso a la educación es fundamental", comenta. “Solo así conseguiremos caminar sin descanso hacia un futuro de paz y desarrollo”.
Foto: Danuta-Assia Othman
4 comentarios:
Gracias por hacernos viajar sin movernos del sillon, gracias por hacernos participes de tus experiencias.
Haznos soñar besotes preciosa
gracias a vosotros por estar ahí y hacer posible este sueño...de lo contrario no sería lo mismo! besotes grandes!
me gusta mucho como desarollas los temas y como estan escritos. difruto de tu viaje...ET..
y a mi me gusta que te gusten! :)
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