7 dic 2011

A orillas del río Nam Ou

A orillas del río Nam Ou, así comienza una travesía por uno de los afluentes más atractivos del Mekong. Abriéndose paso entre un paraje idílico, el curso del río atraviesa un escenario formado por montañas escarpadas que se elevan imponentes a un lado y a otro. Coloridas barcazas de popa larga navegan las tranquilas aguas del Nam Ou, desvelando a su paso una panorámica digna de postal salpicada por pintorescos poblados de las etnias Lao y Khmu. Este es el relato de un viaje hacia el norte de Laos, una región próxima al área de Phongsali y accesible únicamente por transporte fluvial.

Este preciado rincón permanece oculto por una espesa bruma hasta bien entrada la mañana. La serenidad se adueña de una atmósfera que abraza a todo aquel que quiera disfrutarla. Resulta inevitable no contagiarse, el impresionante decorado que nos rodea lo merece. Una naturaleza insumisa es la encargada de poner la nota cromática a este espectáculo visual sin parangón. Pero no termina ahí pues el maravilloso paisaje que lo circunda se ve completado por el carácter afable de las gentes que lo habitan. Los poblados de Ban Han, Ban Huai Bò y Ban Huai Sèn comprenden una tímida nota humana y reciben al viajero tras una caminata por senderos trufados de extensos arrozales formando una imagen imborrable. Rutas y caminos que nos acercan a la realidad multiétnica que puebla la geografía de Laos.  Cada una de ellas con su propia cultura, idioma, hábitat y sistema de creencias. Todo un ejercicio de asombro y humildad.

 Foto: Danuta-Assia Othman

Foto: Danuta-Assia Othman

El simple hecho de observar la cotidianidad de los lugareños merece la pena llegar hasta aquí. Pertenecientes al grupo étnico Mon-Khmer, los Khmu viven en valles de una altitud media en un territorio que abarca principalmente desde el extremo norte hasta al centro del país. Las aldeas, instaladas en las proximidades de algún riachuelo, apenas superan la veintena de viviendas, propias de las construcciones típicas de la arquitectura lao elevadas sobre palafitos de madera, con paredes de bambú y tejados de paja dispuestas sin una orientación específica. Entre ellas, todo tipo de animales acampan a sus anchas: patos, cerdos, gallinas, gallos y hasta algún mono rompen el silencio con una serenata que no entiende de horarios despertando a más de uno en mitad del sueño.


Foto: Danuta-Assia Othman

Los niños corretean mientras los más mayores se reparten las tareas donde la recolecta del arroz acapara todas las atenciones, seña de identidad de la vida diaria de una población principalmente agrícola. Un ritual que entretiene en un largo proceso desde la siembra y la recolecta en tierras altas a su posterior tratado ya en el poblado. Una adecuada selección manual del grano y su secado al aire libre ocupan la mayor parte del tiempo. Con la curiosidad repartida en ambos campos y a falta de un lenguaje común, el intercambio de sonrisas protagonizan la comunicación entre el viajero y el local. Unos rostros tostados entre gestos de asombro y reconocimiento donde el entendimiento resulta sencillo.

 Foto: Danuta-Assia Othman

 Foto: Danuta-Assia Othman

 Foto: Danuta-Assia Othman

El día avanza sin que nos demos cuenta. Los fogones sustituyen los quehaceres diarios para completar la jornada acompañados de varios platos con los que recuperar la energía. "Kin nam kan" ("comamos juntos"), señala uno de ellos. Una invitación que acepto de buen agrado.  Alargados filamentos de papaya verde, pescado fermentado (pa-dèk) y cangrejos de tierra confitados invaden el olfato y no lo sueltan hasta probar bocado. Aromáticas hierbas y especias condimentan con gran ingenio un repertorio rematado por el arroz glutinoso (khao niao), base fundamental de la cocina laosiana. "Sèp bò?" ("¿Está bueno?"), preguntan. "Sèp lai" ("Muy bueno"), respondo agradecida por el interés demostrado. La picaresca viene servida por la bebida nacional que entona a más de uno: el lao-lao, un aguardiente hecho a partir de arroz fermentado. 

Cae la noche en esta remota aldea cuyo aislamiento permite conservar intacto su encanto. Un atractivo servido en pequeñas dosis para beneficio de quien quiera disfrutarlo. Semejantes ingredientes garantizan gratas sensaciones al viajero que difícilmente olvidará. Una cita ineludible, así se presenta el norte de Laos: espléndido.

 Foto: Danuta-Assia Othman









2 comentarios:

Anónimo dijo...

siento,que ahi la gente vive como el rio de tu ultima foto, tranquilamente, entre bosques y montañas...ET...

Danuta-Assia Othman dijo...

estás en lo cierto, y lo mejor de todo es que dicha tranquilidad es contagiosa! :) besotes!

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