Siguiendo la conocida premisa 'el trayecto es tan importante o más que el destino' decidí viajar desde la relajada población de Battambang hasta la ciudad de los templos de Siem Reap en barco, un medio de transporte que prometía una travesía de lo más pintoresca. Un recorrido interesante que atraviesa decenas de aldeas flotantes en el transcurso del río Stung Sangker y el lago Tonlé Sap, la mayor extensión de agua dulce del sureste asiático. Sin duda una panorámica magnífica donde observar la vida de quienes habitan sus aguas. Decenas de poblados suspendidos se adueñan de un paisaje que acopla en su geografía una vasta llanura que ocupa la parte central del país. Un escenario de horizontes inundados donde escasea la tierra firme.
El viaje más encantador de Camboya comienza temprano en una jornada que se extiende hasta bien entrada la tarde. Un tiempo que dependerá en gran medida del número de averías que se presenten a su paso. Y es que el barco serpentea estrechas vías fluviales de frondosa vegetación que dificultan en ocasiones la navegación y proporcionan algún rasguño que otro. La tranquilidad de un decorado que depara magníficas vistas convierte el camino en una experiencia absolutamente recomendable en la agenda del viajero. La autenticidad de una Camboya diferente, constituye un más que justificable reclamo para quienes busquen el encanto en esta fascinante región.
Foto: Danuta-Assia Othman
Foto: Danuta-Assia Othman
Los destellos de un Sol implacable nos advierten que ya llevamos un buen rato a bordo de este atractivo crucero. El paso de las horas se desvirtúa a merced de una ruta escénica que cautiva desde el primer momento. La pesca y el comercio acaparan las actividades de unos habitantes que se ven obligados a adaptar sus costumbres y ritmos vitales a los ciclos de agua marcados por la temporada seca (de noviembre a mayo) y de lluvias (de junio a octubre). Ésta última, una época que provoca el desplazamiento de las casas debido a la considerable crecida del río. Una distribución urbanística caprichosa que vive a expensas de este singular medio acuático.
Foto: Danuta-Assia Othman
Foto: Danuta-Assia Othman
El tráfico fluvial obliga a reducir la velocidad y a descansar por unos instantes del estridente ruido del motor. Los lugareños de estos diminutos pueblos se asoman curiosos en un intercambio de saludos no exentos de sonrisas. En su mayoría, son de origen vietnamita, me comenta el 'capitán' de la embarcación. Llegaron en la década de los años ochenta perseguidos por los Jemeres Rojos. Hoy en día, conviven en armonía con otras minorías étnicas propias de Camboya como los musulmanes cham. Agazapados en barcos de popa larga, los locales se acercan en un contacto que busca el pequeño negocio. Un hecho que no sorprende si consideramos los escasos recursos de este medio de vida alejado del mundanal ruido de las concurridas ciudades.
Compartir por unos instantes el latido del día a día de las aldeas flotantes invita a la reflexión en una inevitable comparativa con la dimensión del viajero. Una lección que nos obliga a replantearnos la mirada exógena y a entender los códigos propios de la nueva cultura. Un ejercicio enriquecedor de asombro y humildad que nos permitirá apreciar con mayor intensidad la personalidad de este bello lugar, patrimonio de quien quiera disfrutarlo.
2 comentarios:
desde Francia siguo enamorandome de tus fotos y de tus textos el bueno nunca cansa ET
Estás en Francia! Eso me recuerda que tenemos un viaje pendiente... :) Gracias por estar ahí, mis fotos y textos no serían lo mismo sin ti!
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