14 ene 2012

Una boda camboyana

Todo empezó una tarde cualquiera mientras descansábamos entre clase y clase. Los alumnos, algo alborotados, disfrutaban de un merecido paréntesis antes de reanudar las lecciones de inglés. Uno de los profesores, Mr. Poon, me preguntó qué hacia para Nochevieja. "Todavía no tengo plan", contesté. "¿Te apetecería asistir a una boda camboyana?", "¡Por supuesto!", contesté emocionada por la invitación. No todos los días se tiene la oportunidad de presenciar una muestra representativa de las tradiciones culturales del Reino de Camboya.

El final del monzón no solo supone el comienzo de unos días marcados por las elevadas temperaturas sino que también da el pistoletazo de salida a la temporada de bodas. Cada día se celebran enlaces por doquier, una unión que alcanza la categoría de 'bodorrio'. Un periodo que los camboyanos esperan algo ansiosos y con entusiasmo. Y es que el matrimonio representa un acontecimiento trascendental y de suma importancia, hasta cierto punto obsesivo cuando cumplen la mayoría de edad. Un hecho que no es de extrañar si tenemos en cuenta que la familia es el eje vertebrador de la sociedad jemer, algo más que una estructura o núcleo parental. 

 Foto: Danuta-Assia Othman

Mr. Poon acude puntual a recogerme. Enfundado en un traje de amplias hombreras y dos tallas más que le corresponden, nos subimos a la moto en un trayecto que no tiene pérdida ya que la música resuena a kilómetros de distancia. Un festín de llamativos colores aguardan en la entrada en un pasillo compuesto de damas y caballeros de honor vestidos del mismo color que los novios. Un color que dependerá del día en que caiga la boda. La discreción es un término que no tiene cabida en el vestuario y la decoración de este tipo de ceremonias, en las que la pareja se cambia hasta cinco veces. Fucsias, naranjas y una cierta predilección por el dorado componen la paleta de colores de unas telas satinadas y bordadas con encaje y pedrería. Una profusión de atuendos rematados por un maquillaje recargado y unos peinados donde triunfa el cardado y las extensiones postizas.

Tras felicitar a la pareja en nupcias, nos sentamos en unas mesas que acogen hasta diez comensales. Platos y más platos de deliciosa y copiosa comida forman parte de un banquete en exceso que augura una digestión poco liviana. Llama la atención la gran cantidad de brindis con cerveza que interrumpen incesantemente cada bocado. Un elixir encargado de 'amenizar' el ambiente de cada bufete rematado por una música estridente que no tiene desperdicio. Mientras, los niños pobres merodean con gran habilidad escurridiza para recoger las decenas de latas que posteriormente revenderán. Una escena que contrasta con el derroche que se exhibe en este tipo de fiestas y cuyo precio se sitúa entre 1.000$ y 3.000$. Algo elevado para los estándares de vida del país pero que los novios recuperan en gran parte gracias a los sobres que reciben de los invitados.

La noche prosigue en un ambiente distendido y desinibido en la que la ceremonia religiosa queda reservada al espacio íntimo al que acuden los novios y los monjes. La celebración alcanza el cenit con la llegada del pastel. Rodeados por los invitados, los prometidos se ven sorprendidos por la serpentina y las bengalas que entre aplausos animan al esperado (y tímido) beso. Tras la reverencia correpondiente a los padres de éstos, tiene lugar la sesión de fotos con posados aquí y allá. Vecinos de otros poblados se acercan curiosos para presenciar el más festivo de los actos de la cultura camboyana. 

 Foto: Danuta-Assia Othman

El ritual se ve completado por el momento del baile al que todo el mundo se une acompasado por unos movimientos que danzan al ritmo de la música tradicional y otros hits encargados de entretener a un público entregado al disfrute. Ya es medianoche y con ella la energía de los asistentes empieza a menguar en una estampa singular. El ajetreo se reduce a aquellos que se resisten a abandonar la 'pista' de bailoteo. Algo cansados, decimos adiós no sin antes volver a felicitar a los protagonistas en una velada que sin duda recordarán (y recordaré)  para siempre.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

imagino que la boda y la fiesta abra echo chispa en tu corazon...besitos...ET..

Danuta-Assia Othman dijo...

fue una Nochevieja muy especial, disfruté mucho, este pueblo me tiene encantada! :D Besotes!

Publicar un comentario