El viaje, a menudo, se presenta como una forma de conocimiento que compromete la existencia y la revoluciona. En esta praxis de conocimiento del otro me encontraba cuando, las terribles inundaciones que anegaron al antiguo reino de Siam, me obligaron a 'liarme la manta al cuello y a ponerme el mundo por destino'. Las opciones eran pocas, pues el aluvión comenzaba a extenderse por todo el territorio causando estragos de todo tipo y afectando, como no, al sistema de transportes.
Ante la imposibilidad de llegar a la capital, la única alternativa era coger un tren hacia el sur del país. Una elección que comportaría un escenario ignoto, entregado a la realidad de una exótica y singular tierra: Malasia. Un contratiempo que, tras la incertidumbre más absoluta de los inicios, supondría el descubrimiento de una nueva cultura, para beneficio y grata sorpresa de una servidora. Un conjunto de experiencias inéditas que solo pueden vivirse a partir de un extrañamiento fruto de un viaje imprevisto. Dichoso imprevisto. Un término que aquí adquiere la más amplia dimensión imaginable, donde la capacidad de asombro nos invade, garantía de un gozoso hallazgo.
Así pues, con la mochila repleta de la emoción propia ante lo desconocido y el contador del conocimiento puesto a cero, llegué a 'la perla de Oriente' o Pulau Penang, una isla conectada a la península por uno de los puentes más largos de Asia. Selamat Datang Malasia! ( ¡Bienvenidos a Malasia! ).
Foto: Danuta-Assia Othman
Un compendio de encantos asaltan al visitante desde el primer momento. Y es que nos encontramos ante un mosaico cultural que hará las delicias de cualquier viajero. Un microcosmos donde conviven diferentes culturas desde tiempos pretéritos. La diversidad de la población insular conforma una especie de patchwork étnico y se reparte entre la comunidad malaya, la china, la india y la peranakan ( descendientes de los comerciantes chinos que se casaron con mujeres locales ). Pulau Penang o la 'Isla de la Nuez de Betel' se presenta como el representante irrefutable de la multiculturalidad, una suerte de entrada a la mezcolanza racial que domina al país. Todo un canto a la humanidad.
Su capital, George Town, se sitúa al noreste y es el núcleo principal de la isla. Un dédalo de callejuelas expone a nuestros sentidos al deleite sensorial de un recorrido donde se entremezclan los aromas. Una mezcla de sabores exóticos que harán viajar a nuestro paladar. No está demás mencionar que estamos en la capital gastronómica de Malasia, una de las ciudades donde mejor se come de Asia. Pero aún hay más. Este histórico enclave portuario en la ruta marítima entre Asia y los mercados de Europa y Oriente Medio, fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 2008. Un reconocimiento que ha permitido la conservación del rico legado cultural de la ciudad.
Foto: Danuta-Assia Othman
Foto: Danuta-Assia Othman
En este cruce de caminos, el olfato se ve seducido por las inconfundibles especias de los comercios indios que pueblan el barrio de 'Little India', un viaje interrumpido por la llamada a la oración de los minaretes de las mezquitas que nos recuerdan que la religión oficial del país es el islam. Y, por si fuera poco, las 'shophouses' o 'casas-tienda' tradicionales nos advierten de la importancia de la comunidad china, unas construcciones que la UNESCO ha decidido preservar por su valor histórico y cultural. A este decorado histórico se añaden más de 2.000 hectáreas de desafiantes senderos por la jungla que abarca el Parque Nacional de Penang, situado en el plácido pueblo pesquero de Teluk Bahang, al noroeste de la isla.
Foto: Danuta-Assia Othman
Irrenunciables atractivos que nos obligan a vivir y a disfrutar la experiencia del viaje con toda la intensidad de la que uno sea capaz. Recuerden, como decía Séneca "viajar y cambiar de lugar imparten un nuevo vigor a la mente". Lo dicho, bienaventurado contratiempo.
2 comentarios:
siguo viajando a gusto muy muy a gusto; ET
:D No me importaría quedarme una temporadita en este maravilloso rincón...
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