27 abr 2012

Un templo budista con mucho arte

Era una tarde especialmente sofocante en la ciudad laosiana de los templos budistas. En un intento por atemperar las inusuales décimas que marcaba el mercurio del hostal donde me alojaba, salí al encuentro de ese viento fresco y suave que solía proporcionarme los largos paseos vespertinos a orillas del Mekong con la frondosidad que caracteriza a Luang Prabang, rodeada de zonas boscosas. La humedad de aquel día, sin embargo, hacía que ni siquiera a la sombra de esta gran cortina vegetal, se pudiera encontrar una tregua a la fuerza implacable del astro rey.

Recordé entonces la historia de un templo que me había llamado la atención. No por su magnificencia o profusión del elemento decorativo que suele caracterizar a los preciados templos de este lugar, pues muchos otros le arrebataban el puesto sin duda alguna, sino por su singularidad. Recordé también aquellas conversaciones espontáneas con algún novicio budista, una escena que, por suerte, se había repetido en más de una ocasión a lo largo del viaje. No recordaba, sin embargo, su nombre. Rastreando en los bolsillos de la memoria del aparente olvido me acordé de repente el motivo que tanto había captado mi interés: se trataba de un templo que cumplía las funciones de centro de enseñanza artístico dirigido a los jóvenes monjes. Una iniciativa que cuenta, además, con el respaldo de la Unesco y de Nueva Zelanda.

Foto: Danuta-Assia Othman

Bastaron algunas preguntas a quienes me encontraba por allí para averiguar cómo se llamaba: "Wat Xieng Muan", señaló finalmente un hombre que regentaba un pequeño comercio próximo a éste. Tras varias indicaciones, orienté el rumbo a su hallazgo, un encuentro que más que sentido de la orientación, requería algo de paciencia pues resultaba fácil pasarlo por alto. 

Con un taller de aspecto improvisado y anexionado a una pequeña sala que actúa a modo de aula de aprendizaje, un grupo de jóvenes principiantes aprenden las técnicas artísticas necesarias para la conservación de los templos de Luang Prabang. Un espacio donde el serrín lo envuelve todo y sitúa a nuestro olfato. Polvillo, virutas y otras piezas de mayor tamaño se extienden colonizando cualquier superficie, incluido el objetivo de la cámara, en una escala monocromática tan sólo interrumpida por el característico naranja de las túnicas de sus artífices. Un pequeño pero suficiente estudio en el que, con una gran aptitud artística trabajada con el esfuerzo y la dedicación, se entregan en la recuperación de las artes budistas. Una disciplina de gran importancia en el budismo.

Foto: Danuta-Assia Othman

Foto: Danuta-Assia Othman

Foto: Danuta-Assia Othman

Para quienes tengan la ocasión de visitar este enclave Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, podrán observar con cierta asiduidad la vida de los monjes en los monasterios. Una vida austera que transcurre entre la realización de los ritos prescritos y la meditación para la autoeducación. Gozan del respeto y la admiración del resto de la sociedad, por lo que es frecuente ver a novicios de temprana edad comprometidos con la meditación, la sabiduría y la moral, los tres pilares básicos en que se asientan las enseñanzas de Buda. Un panorama espiritual que se ve completado por casos como éste, donde además de una religión, se practica el arte.
 

1 comentarios:

Anónimo dijo...

..No existe nada de constant si no es el cambio..BUDDHA..ET

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